Crisis climática, crisis sistémica

Si bien todos desde nuestra condición de consumidores, usuarios de transportes y servicios en general podemos poner a título individual nuestro grano de arena e ir mejorando en comportamientos que hasta ahora no éramos del todo conscientes, la reducción de la huella de carborno, sin un apoyo real y efectivo por parte de las administraciones públicas, resulta muy difícil para los ciudadanos.

Un buen ejemplo es el de alguien que por motivos de trabajo se traslada en avión porque es más barato ir en este medio de transporte que en tren. ¿Le vamos a culpar porque ahorre el dinero y lo utilice en otras buenas causas?

O qué decir del consumo desaforado de plástico, cuando hoy por hoy la mayoría de los productos vienen embasados en este material y sus derivados. ¿No es más fácil que en vez de dejar de comprar determinado porducto por su embase, se prohiba precisamente la utilización del plástico para su embasado?

Se están creando falsas expectativas a las personas, diciendo cómo deben comportarse, y no es justo, porque muchas llegan a sentirse culpables de su conducta sin que se les ofrezcan mejores opciones para poder elegir.

Ir de Badajoz a Madrid en tren no puede convertirse en toda una odisea de más de cinco horas, siempre y cuando no haya ningún percance que paralice la línea como suele ocurrir más veces de lo deseado. Así es muy difícil incentivar modelos de transporte públicos y colectivos para que sean una alternativa real a la utilización del vehículo privado.

Es a la clase política a quien corresponde hablar menos y hacer más. Sería bueno que los políticos de una vez por todas consideraran el cambio climático como una oportunidad para incentivar la innovación, el uso de nuevas energías, aumentar el secuestro de carbono, mejorar la movilidad o las comunicaciones. Hay tantas cuestiones a abordar. Debería verse como una oportunidad de reinventar, de reinventarnos nosotros mismos.

Deseamos que la cumbre del clima que se celebra en Madrid tenga éxito, pero el 25 aniversario de esta cumbre habla por si solo: en estos años no se ha hecho nada en concreto. A todos nos gustaría que se revirtiera la actual situación de emergencia climática de la noche a la mañana, algo que a todas luces no es posible. Y lo sabemos, somos conscientes de ello.

La acción real debe tener lugar en los parlamentos y en las negociaciones sobre el medioambiente a nivel del G-7 y otros organismos internacionales con capacidad real de decisión, donde los distintos estados deberán acordar y establecer medidas realmente eficaces para que las multinacionales y grandes corporaciones no sigan campando a sus anchas y nuestras generaciones futuras puedan vivir y disfrutar de este maravilloso lugar llamado planeta tierra.

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