La cultura del copia/pega

Carlos tiene 18 años y a su corta edad sorprenden el lenguaje y la profundidad de los trabajos que entrega a sus profesores. En ellos ya ha medido la distancia entre las estrellas a partir de cálculos trigonométricos, diserta sobre la cuadratura del círculo, sobre la influencia de los postulados existencialistas del filósofo danés Søren Kierkegaard en la estética del racionalismo polaco y explica la materia oscura y su relación con el origen del universo.

No es que Carlos sea un genio. De hecho, en los exámenes le va bastante mal y sus compañeros lo tienen como uno de los vagos del curso. Su único mérito académico es que sabe buscar y copiar la información. Y aunque lo suyo no es más que un plagio continuo, por increíble que parezca, sus profesores generalmente hasta lo recompensan con buenas calificaciones.

La “cultura” de copiar y pegar o del copy-paste, como se le dice en inglés, es la nueva versión del plagio en nuestra era. Se está volviendo tan arraigada, que el barbarismo ‘copypastear’ ya se ha acuñado y cada vez se utiliza más. Lo preocupante es que no sólo se trata de simples deslices colegiales: políticos, catedráticos, estudiantes y profesionales de todas las áreas han sido atrapados cuando pretendían pasar las ideas de otros como propias.

Sin ir más lejos, un claro ejemplo de esta práctica lo tenemos en la revista aragonesa “Esfuerzo Común”, prestigiosa publicación de dilatada trayectoria que dejó de editarse en 1986 y cuyo nombre ha sido copiado y pegado sin ningún rubor por los miembros de la Asociación 16 de abril, que ni cortos ni perezosos, se suman a esta moda tan arraigada del mínimo esfuerzo.

Más de un lector se preguntará a cuento de qué viene todo esto. Y es que no son más que una serie de reflexiones que me vienen a la cabeza al leer el artículo publicado por el historiador Josep Miralles en el número diez de la revista digital de esta asociación titulado; “Sobre Esfuerzo Común de ayer y hoy”, en respuesta a otro artículo publicado previamente en El Federal sobre la revista en cuestión.

Entre otras cosas, me sorprende que el señor Miralles diga en su artículo causarle vergüenza ajena (sic) ciertas consideraciones del texto publicado en El Federal que no dejan de ser meras opiniones discutibles y curiosamente no le provoque este sentimiento negativo de bochorno, el acto de copia pega y consiguiente utilización que realizan sus compañeros de asociación del nombre de cabecera de la histórica revista Esfuerzo Común. Y es que ya se sabe eso de: la libertad mejor que sobre que no que falte, pero de ahí a no respetar siquiera los nombres propios de publicaciones ajenas va un trecho. Se me podrá decir que esta práctica de plagio es perfectamente legal y que ese nombre no está actualmente registrado ni tiene propietario y quizás sea así, pero todos somos conscientes de que no siempre todo lo legal es legítimo, ni siquiera ético…

Además de otras disertaciones más o menos discutibles, termina el señor Miralles su artículo diciendo que La Asociación 16 de Abril, es la cara visible de la Real Orden de la Legitimidad Proscrita, y que hasta donde yo he podido ver, responde al Carlismo llamado progresista o de izquierdas.(sic)

Esto último suena como a cierto intento de justificación, como si aceptara que hay más de un Carlismo. Realmente no sabemos si le ha podido fallar la vista, si es así esperemos no sea nada grave, y tal vez sea esta la causa de que no haya podido ver que uno de los últimos nombramientos realizados por la cara visible de esa Real Orden a la que se refiere, con imposición de cruz incluida, haya sido precisamente al presidente de la junta regional de una organización ultraderechista del País Valencià. Es decir, a un dirigente de extrema derecha. Ahí es nada.

Si eso es progresista y de izquierdas, que baje Dios y lo vea…

Miguel Zugaza

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