CARLISMO, PARTIDO CARLISTA, J.L.

Montejurra 76 y 77. Crimen del Estado español al pueblo carlista y a la democracia

José Lázaro Ibáñez Compains*-en artikulua  www.naiz.eus webgunean argitaratuta 2023/02/10 |

Podemos afirmar y denunciar, con toda la firmeza posible, que esta democracia es un fraude y que tanto su trayectoria, lo mismo que sus votos, están manchados de sangre de compañeros que querían una verdadera democracia.

1969, antecedente del Montejurra de 1976.

El Carlismo en su búsqueda de la libertad y de la democracia, en su origen y evolución, sus raíces cristianas siempre han estado presentes, marcando mucho sus decisiones a lo largo de toda su historia, y sobre todo en la época de los años 60 y 70.

La Vía Carlista al Socialismo Autogestionario.

El Concilio Vaticano II volvía a poner a la Iglesia, en cuanto comunidad de fe y de esperanza, en la vanguardia del pensamiento crítico, especialmente en los temas políticos, sociales y económicos. Se volvía a enlazar con la tradición cristiana de liberación «aquí y ahora» y se desterraban viejas fórmulas que, si en otro momento histórico tuvieron sentido, ya no servían, sino que obstaculizaban un diálogo sincero y constructivo con todos los hombres de buena voluntad. Esta renovación del pensamiento social católico va a influir decididamente en el Carlismo, que pasará a identificarse con los sectores más avanzados de la Iglesia española e incluso con la Teología de la Liberación.

En este tiempo, se fue forjando una evolución del carlismo a través de cursillos de formación, asambleas y Congresos totalmente abiertos, deliberativos y democráticos, que resultaron en un corpus doctrinal nuevo y moderno-, algo impensables en modo alguno, para los pequeños grupos del entorno de oposición al régimen (si exceptuamos al Partido Comunista), entonces existentes.

En estos años la concentración anual de Montejurra se convertirá en el acto carlista por excelencia, al cual acuden decenas de miles de personas, pues el Carlismo conservaba su arraigo popular.

El Carlismo en su búsqueda de la libertad y de la democracia, en su origen y evolución, sus raíces cristianas siempre han estado presentes, marcando mucho sus decisiones a lo largo de toda su historia, y sobre todo en la época de los años 60 y 70.

En palabras de Ma Teresa de Borbón-Parma: La gran fuerza y la energía popular del Carlismo,  basadas en las ansias democráticas y de libertad, se veían frenadas y reprimidas por el esfuerzo de un grupo minoritario, que durante más de cuarenta años ocupó los puestos claves  del Estado.

Carlos Hugo de Borbón-Parma, completará esta idea con palabras concisas y acertadas: “Desde una concepción autogestionaria, el fin de la política no puede ser una simple entrada en las instituciones para gobernar la sociedad, sino para cambiarla por otra. Y deben ser las personas y sus comunidades, es decir los Pueblos, «desde abajo» y por ellos mismos» los protagonistas de su liberación.

Discursos en la campa.

El día 4 de mayo de 1969, se celebró el Montejurra de 1969, que a la luz de las intervenciones de los oradores, a mi entender, marcó el cambio de rumbo del Partido Carlista, hacia la vía del Socialismo Autogestionario. En todos los discursos había un nexo común: la petición y exigencia de libertad, democracia y dignidad para todos.

Ni extrema derecha, ni extrema izquierda.

“Ante la situación política existente, había que luchar para alcanzar una vía democrática, alejada de los grupos oligárquicos de extrema derecha y también de la extrema izquierda. Luchando por el futuro y el bien del pueblo español, para conseguir una sociedad más justa, más democrática y más libre.

Y esto debía de lograrse a través de una participación mayor, de todo el pueblo, en los bienes materiales y culturales del país. La libertad era la base para todo. Sin ella no habría justicia, ni seguridad, ni esperanza de futuro. Sin libertad, no habría una expresión política de la realidad nacional. Sin libertad, solo habría violencia. Una violencia producto de la imposición de los poderosos. Porque en este país, el decir la verdad era peligroso. Y terminaba así: «Pero con la verdad en los ojos, el esclavo deja de ser esclavo y un país dejará de ser, el botín de unas oligarquías instaladas en el poder”.

Represión

El 4 de mayo de 1969, escribe Manuel Martorell, la localidad navarra de Estella fue una «ciudad sin ley». En la tarde, se celebró una manifestación. Miles de carlistas recorrieron durante horas sus alles al grito unánime de «¡Franco, traidor; sí señor!». Se registraron choques con la Guardia Civil, que no podía controlar la situación, ni siquiera disparando ráfagas de metralleta; se rompieron las lunas de bancos y organismos oficiales; se quemó públicamente la imagen del Caudillo y las guarniciones del ejército quedaron acuarteladas, por si los graves hechos se reproducían en Pamplona, donde la fuerza pública tenía orden de actuar con la mayor dureza”. No habían transcurrido ni 48 horas, cuando comenzaron las detenciones, las cárceles, los juicios y las multas.

Días más tarde, el 23 de Julio de 1969, el Príncipe de España Juan Carlos de Borbón, fue designado por Franco como su sucesor a título de rey. Jurando en una ceremonia solemne, acatar los principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales franquistas.

A partir de esa fecha, se acentúa la persecución del carlismo por parte del gobierno, empleando todos los medios lícitos e ilícitos para ello. Fuerzas del orden público: guardia civil, policía armada, tribunales de Orden público y militar, etc.

Podemos decir que su participación en la Junta y Plataforma democráticas, insufló esta nueva visión democrática, tan distante de los grupos al uso. Pero ésta partida estaba perdida de antemano. No era aceptada por los herederos del Régimen, que le consideraban había traicionado al mismo y que siguiendo las órdenes de Franco, apoyaron a Juan Carlos. Ni por los nuevos partidos regenerados, que podían verlo como un competidor. En muchas ocasiones hemos dicho que España siempre fue un país de conversos y en ésta ocasión no podía cambiar esta afirmación. Con tal de participar, todos cedieron lo que hubo que ceder –hasta el PC: bandera, monarquía y unidad nacional– para obtener un puesto en la nueva andadura del país. Ni EEUU, con la CIA manejando, dio una oportunidad al carlismo, pues su deriva autogestionaria podía poner en peligro los intereses americanos. Por el contrario, conocían muy bien al Príncipe de España y de sus debilidades de fácil manejo. La banca y el Opus Dei, apostaron así mismo por Juan Carlos, pues éstos se mueven por intereses y dinero y no por ideales.

Esta persecución de acoso y derribo del carlismo, continuó como vemos después de la muerte del dictador, como se vió en Montejurra 76, en donde la directa participación de las más altas instancias del Estado y del gobierno, aún sin esclarecer, permitió y alentó la presencia de pistoleros nacionales e internacionales, utilización de armas de guerra del ejército y el empleo de la represión directa y la pasividad de las fuerzas del orden, en los luctuosos sucesos, que conllevaron dos muertos asesinados y decenas de heridos y la exclusión del Partido Carlista en las primeras elecciones democráticas.

Podemos afirmar y denunciar, con toda la firmeza posible, que esta democracia es un fraude y que tanto su trayectoria, lo mismo que sus votos, están manchados de sangre de compañeros que querían una verdadera democracia (ruptura democrática).

El régimen del 78 debe explicar su complicidad y pasividad ante el crimen del Estado Español en Montejurra 76 y luego en 1977, al impedir la legalización y la presencia del Partido Carlista en las primeras elecciones «democráticas».

El pueblo carlista exige una explicación, verdad, justicia y reparación.

*Karlista Alderdiko Idazkari Nagusia

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