Sobre el arte de seducir

Estos días hemos podido escuchar en dos momentos de las fiestas de San Fermín gritos de “UPN kanpora!”. El primero, en el chupinazo, el segundo, al día siguiente, en la calle Curia de la parte vieja. “UPN kanpora!”. Sin querer entrar en el fondo de la polémica, me gustaría plantear la pregunta de cómo se echa a la calle a un partido o al alcalde de turno, da igual de quién se trate.

Desde luego que hay varias maneras de hacerlo, pero la más habitual y democrática es conseguir formar una mayoría alternativa suficiente en las siguientes elecciones, que por cierto, también es la es más ardua y costosa.

Por aclararnos un poco: no basta con gritar “UPN (o el partido que sea) kanpora!” en la calle. Puede contribuir, desde luego, a extender la sensación de descontento entre la población, pero no es de por sí tan eficaz como algunos lo pueden suponer. Ni que decir tiene si los gritos van acompañados de imágenes clasificables bajo la etiqueta de violentas.

Se pueden poner mil excusas y argumentar lo que se quiera: que si  los policías eran traídos de fuera, que si lo uno y lo otro, etc. Pero la cuestión, lo verdaderamente importante, no es eso. Sino a dónde nos llevan este tipo de actuaciones.

Es evidente que hoy en día, el arte de seducir está devaluado y no tiene demasiada buena prensa en determinados sectores del ámbito político a la hora de ponerlo en práctica entre la cuidadanía a la que pretenden atraer hacia sus postulados y gobernar. Ya que contrariamente a lo que se piensa, seducir no supone atraer al contario hacia tus principios e ideas políticas, sino que se trata del ejercicio constante  y costoso de no poner en tu contra tanto a la gran masa de indecisos como a aquellos que pasan o no creen en tus ideas ni en la política en general.

Yoar Mendia.

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