Un aniversario

Carta de Evarist Olcina y Patxi Ventura publicada en Diario de Noticias (Navarra) el 19/08/2020.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que en todo este Estado solo había dos periódicos cuyos directores no tenían que bajar la cabeza avergonzados del producto impreso que pilotaban. Uno era Diario de Mallorca. comandado por Josep Meliá, el otro, El Pensamiento Navarro, que contaba con la entrega absoluta y arriesgada (en 1969 Fraga lo confinó varios meses en Riaza) de Javier Mª Pascual durante un tiempo en el que la despertada rebeldía de la base –obreros y estudiantes– del Partido Carlista marcaría el reencuentro del pueblo con las profundas raíces de reivindicación y defensa de su libertad y dignidad nacionales que los había movido a rebelarse contra la represión centralista y la explotación oligárquica en dos guerras del XIX en Euskal Herria.

Pero el diario carlista tenía sus días contados, y no porque no se siguiera imprimiendo su cabecera sino porque desde que Pascual fue definitivamente destituido por los accionistas dirigidos por Baleztena, en su gran mayoría de la misma estirpe caciquil y monárquica de quienes en 1936 embarcaron al Carlismo, a su pueblo, en la más criminal estafa de que en toda su larga historia había sido víctima. El Pensamiento Navarro volvía a ser el vocero de la élite reaccionaria que mantenía todo su poder en el anticarlista, oligárquico y reaccionario tradicionalismo sustancialmente encarnado en Navarra por las estirpes de los Rodezno, Arellano y Baleztena.

Del viejo diario carlista que Pascual había querido dignificar no quedaba ya nada, a no ser su veterana impresora, un símbolo de inadmisible supervivencia si el espíritu que la había animado estaba prostituido. Las causas del pueblo –sus verdaderas y profundas motivaciones– más espirituales que ninguna, se sostienen en símbolos, y estos no es tolerable que pervivan si son prostituidos por intereses no ya ajenos sino contrarios a ese mismo pueblo.

Fue por esa razón que unos jóvenes carlistas aplicaron la justicia popular contra tal símbolo, y el 23 de agosto de 1970 fue destruida la máquina de impresión y la tipografía. No hubo ninguna víctima. Quienes habían hecho justicia eran unos jóvenes miembros de los GAC (Grupos de Acción Carlista) que en todas sus intervenciones lo que indefectiblemente priorizaban era el no afectar a la vida o integridad corporal de cualquier persona.

Solo hubo una excepción en su entera historia y fue en el asalto a El Pamplonica en que resultó incidentalmente herida una empleada; cuando el involuntario autor –el catalán Massana– fue puesto en libertad (uno de los dos últimos presos políticos excarcelados en 1976 a nivel del Estado) lo primero que haría, pese a la incapacidad que le devino a consecuencia de las torturas y la prisión, fue ir a pedir perdón a su involuntaria víctima.

Hoy, la “lealtad a la lealtad” que formuló el catalán Eugeni D’Ors refiriéndose al Carlismo nos ha impulsado a este elemental pero ineludible recuerdo a la penúltima acción carlista –en el carlismo ninguna es la última– que hace ahora 50 años se produjo para que los carlistas pudieramos salvar nuestra dignidad y seguir mirando cara a cara a quienes ahora y en el mañana sigan su ejemplo de lealtad, inconformismo y lucha. Pero no solo un recuerdo, también es un homenaje de agradecimiento a todos aquellos que con su compromiso activo en estos 187 años, llegado el caso han salvado el honor y la dignidad del pueblo carlista obteniendo a cambio la muerte, la prisión, el exilio o el ocultamiento.

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