Agramonteses (realistas) y beaumonteses (doceañistas)

Artículo de Javier Cubero De Vicente, 

La lectura de un artículo de Tomás Urzainqui, publicado en el Diario de Noticias de Navarra con el título de «Mina, guía para conocer lo sucedido aquí con las libertades», me ha desconcertado profundamente. En ese escrito se exponen de manera un tanto caótica asuntos muy variados: la continuidad de las estructuras estatales de Navarra como Reino más allá de la conquista castellana de 1512, hasta llegar a su disolución definitiva en 1841; la figura de Xavier Mina, que en 1814 lideró un pronunciamiento militar con la finalidad de restablecer la Constitución de Cádiz; y por último, una caricatura bastante simple del Carlismo decimonónico como brazo armado de la jerarquía eclesiástica y de la aristocracia terrateniente, con olvido de la verdadera realidad sociopolítica.

Estando de acuerdo con Urzainqui en la existencia de tensiones institucionales entre el Reino de Navarra y la Corona de Castilla durante los siglos XVI, XVII y XVIII, me extraña mucho cierta e importante omisión. Los mayores ataques que sufrieron las libertades forales de Navarra como Estado no fueron impulsados ni por la «monarquía contrarreformista» de la Casa de Austria, ni tampoco por el absolutismo galicano que la Casa de Borbón trajo consigo desde París cuando se instaló en Madrid. Fueron precisamente los llamados «liberales», quienes quisieron fundir lo que quedaba de los «reinos, principados y señoríos» de la antigua Monarquía en un solo Reino, en un solo Estado, en un Estado definido en términos uninacionales conforme a los parámetros jacobinos de la Revolución Francesa. Por eso en 1812 redactaron la famosa Constitución de Cádiz, y en 1813 en sustitución de la «Diputación del Reino» de Navarra impusieron la «Diputación provincial». Navarra ya no era un Reino sino una provincia.

En 1814 todo el mundo sabe que Fernando VII derogó la Constitución de Cádiz el 4 de Mayo, pero se olvida que el 29 de Julio confirmó los Fueros vascos y que se restableció la «Diputación del Reino». En 1820 como consecuencia de un pronunciamiento militar los liberales «doceañistas» vuelven al poder y reinstauran la Constitución de Cádiz. Nuevamente la «Diputación del Reino» fue sustituida por una «Diputación provincial». Los antiliberales, denominados «realistas», manifestarán su disconformidad a través de las guerrillas populares. En 1823 es derrocado el régimen liberal y otra vez es derogada la Constitución centralista así como restablecida la antigua «Diputación del Reino».

El final de la Historia es conocido, en 1833 se inicia la Primera Guerra Carlista, que finaliza en 1839 con la traición de Bergara. No mucho después, en 1841, la llamada Ley Paccionada inauguraba un nuevo ciclo histórico. Desde entonces y hasta hoy Navarra viene formando parte de un Estado uninacional: el Reino de España.

Conviene recordar también que durante el Trienio Liberal de 1820-1823, hubo sectores realistas que no solamente exigieron el restablecimiento de la foralidad vasconavarra, sino que además encontraron en Euskal Herria un modelo de constitucionalismo válido para todas Las Españas. Así, el Barón de Eroles, en su Proclama a los catalanes, emitida el 15 de Agosto de 1822, planteaba que: «También nosotros queremos Constitución (…) Para formularla no iremos en busca de teorías marcadas con la sangre y el desengaño de cuantos pueblos las han aplicado, sino que recurriremos a los fueros de nuestros mayores, y el pueblo español, congregado como ellos, se dará leyes justas y acomodadas a nuestros tiempos y costumbres, bajo la sombra de otro árbol de Guernica».

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