La desigualdad es una cuestión que siempre está ahí y sus causas pueden ser variadas, pero nadie pone en duda que se está agravando en todo el mundo, especialmente en las últimas décadas. Cuán equivocado andaba Kuznets cuando a mediados del siglo pasado afirmó que a medida que los pueblos se desarrollasen, la desigualdad iría disminuyendo. La disminución de las rentas del trabajo se basa principalmente en la transformación del mercado de trabajo, provocada, en gran medida, por los cambios tecnológicos y también en la pérdida de fuerza de los sindicatos a medida que avanza la desindustrialización. Es decir, detrás del aumento de la desigualdad se encuentra la cada vez mayor diferencia entre las rentas de capital y las de trabajo.
Sin embargo, la distribución de la renta nos puede llevar a menospreciar la desigualdad, ya que la financiarización ha transformado las dinámicas de las empresas y sus mecanismos de pago de capitales. Actualmente, los intereses de los accionistas y las estrategias de las empresas se combinan con los salarios de los empresarios, por lo que los salarios más altos pueden entenderse como dividendos ocultos, es decir, como rentas de capital. Lo confirma el peso que suele tener el salario en las rentas de las personas más ricas: según el Informe Anual Conjunto de la Hacienda Vasca, entre el 30 y el 60% de las rentas de los más ricos provienen de sus salarios.
El estudio de la desigualdad salarial nos permite ir más allá y evitar ese sesgo. Según los datos del INE en España, desde 2008, los salarios más altos en Euskal Herria han subido cada año por encima de la media, mientras que los salarios más bajos cayeron cada año, hasta que en 2018 el salario mínimo comenzó a subir según lo establecido por la ley.
Además, los salarios más altos han crecido por encima de la inflación, es decir, han aumentado en valores relativos y absolutos, mientras que no se puede decir lo mismo del resto de los salarios que apenas llegan a subir el IPC. Finalmente, el salario medio ha subido menos que el mediano, pero los salarios más altos son cada vez más altos.
Está claro que a desigualdad no se resuelve igualando a la baja lo derechos y salarios de los trabajadores de determinados sectores, sino incrementándolos. Pero ya hemos visto que hay algunos «asalariados» que no son trabajadores, y que la reducción de sus salarios sí puede suponer una disminución de la desigualdad entre las rentas de capital y las de trabajo.