Vemos como la dirigente ultra Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha francés Agrupación Nacional, ha sido condenada recientemente por malversación de fondos públicos. La sentencia incluye cuatro años de prisión, de los cuales dos son firmes bajo supervisión electrónica, una multa y una inhabilitación de cinco años para ejercer cargos públicos. Esta inhabilitación le impide presentarse a elecciones hasta 2030, afectando directamente sus aspiraciones para las presidenciales de 2027.
El caso se centra en el uso indebido de aproximadamente 4,1 millones de euros provenientes del Parlamento Europeo.Estos fondos, destinados a asistentes parlamentarios, fueron utilizados para financiar personal del partido en Francia, lo que constituye una práctica fraudulenta.
Esta condena ha generado reacciones a nivel internacional, con lo más granado de la derecha global, como Viktor Orbán, Donald Trump, Vladimir Putin, Javier Milei o el propio Elon Musk apoyando a Le Pen y que con su ayuda y presión mediática pretende disfrazar de persecución política su condena, emitida según ella, con el único fin de impedir su candidatura presidencial en 2007.
Es la típica estrategia de victimismo de la extrema derecha que se presenta a sí misma como perseguida por el sistema, los medios y la élite globalista para justificar su posición como autodefensa, posicionarse como voz «rebelde» antisistema y atraer a personas frustradas con el status quo.
Sabemos que el victimismo sirve para conectar con emociones como el resentimiento, el miedo o la nostalgia y que se trata de una forma poderosa de movilizar políticamente a sectores descontentos, presentando sus ideas como simple opinión perseguida se busca que se vea a sus miembros como mártires de la corrección política para ir blanqueando su discurso racista, machista y xenófobo y minimizar así las consecuencias de sus propuestas.
