Este verano la Comisión Europea deberá alcanzar un acuerdo que está generando mucha polémica para ver si se incluye a la nuclear y al gas en la taxonomía verde de la Unión Europea, con la consiguiente repercusión en las inversiones para la imprescindible transición ecológica.
Por un lado están países que se basan en ella en gran medida y están presionando para que este tipo de energía se considere verde. Estos son Francia, Hungría o la República Checa y en el otro lado hay países como Alemania o España cuya estrategia para los próximos años se basa en gran parte en la energía eólica, solar o la hidráulica.
Lo de Alemania es un caso curioso. Está cerrando progresivamente sus centrales nucleares, pero casualmente las está llevando a países limítrofes como la República Checha. Con esta estrategia un tanto hipócrita, intenta contentar a gran parte de su población y al Partido Verde, actualmente en el gobierno.
Está claro que la energía nuclear es una fuente de energía no renovable. Aunque no emite gases de efecto invernadero, el combustible nuclear, el uranio, no es ilimitado y no se regenera. Es una tecnología de altísimo riesgo. Genera residuos radiactivos que más tarde deben ser gestionados en los llamados cementerios nucleares para que no supongan un peligro para el medio ambiente y los seres vivos. Para nada es una energía limpia.
No debemos olvidar que en España, la nuclear aún sigue siendo la primera fuente de generación de energía desde hace al menos diez años.
Desde el Partido Carlista creemos firmemente que una transición energética debe planearse de forma adecuada a partir de las necesidades presentes y futuras de la sociedad, respetando el medioambiente y apostando firmemente por el fomento de las distintas energías renovables y limpias.