Excepcionalidad económica

Entre los cambios profundos que se están produciendo en la economía mundial está la ruptura de numerosos dogmas de la edad dorada del liberalismo. Los principios que se establecieron a finales del siglo XX en Occidente – la mínima intervención de los estados, la rigidez fiscal, la flexibilidad del mercado laboral, el libre comercio – últimamente se están viendo trastocados. El cambio climático, la digitalización, el estallido de la pandemia y el éxito del modelo económico chino, han provocado que los límites de la globalización liberal sean más evidentes que nunca.

En la última reunión que mantuvieron en Japón los países del llamado G7, se evitó la ruptura de las relaciones económicas y políticas con China por intereses económicos cruzados. Desde el concepto de desacoplamiento, se han inclinado inevitablemente los principales líderes occidentales a minimizar el riesgo de las relaciones con este país. La economía mundial está acabando con la etapa del multilateralismo de liderazgo único de los EEUU. Emergen los polos múltiples alrededor de las zonas continentales y cada vez es más visible la sombra de China sobre la hegemonía única estadounidense. El marco global de los vínculos económicos entre los pueblos no está en cuestión, pero sí numerosas líneas de iniciación y política, salvo excepciones, establecidas por el liberalismo en las últimas décadas.

En Estados Unidos las prioridades de la política económica internacional comenzaron a cambiar en tiempos de Donald Trump, y con Joe Biden el concepto de seguridad nacional y el cambio climático se han convertido en el eje de la estrategia económica. Dejando de lado la deuda pública del liberalismo ortodoxo o las preocupaciones por el déficit fiscal, con la entrada en vigor del lema América first, se han puesto en el centro la política industrial activa, la importancia de las cadenas de suministro, el empleo y la tecnología.

Emergen polos múltiples y cada vez es más visible la sombra de China sobre la hegemonía única de EEUU. Para ello se han empezado a utilizar medidas extraordinarias de política económica, como los aranceles, las subvenciones directas y las sanciones, que ponen el acento en la inversión. Todos ellos son instrumentos y medidas que China viene utilizando durante décadas y que priman la vía de la intervención económica. Por ejemplo, incluirán como subvención tres trillones de dólares en la lucha contra el cambio climático. También contemplan el fortalecimiento del bien público en el caso de semiconductores y materias primas estratégicas, todo ello promocionado el proteccionismo.

En este nuevo contexto geoestratégico y político la Unión Europea (U.E.) va a rebufo de EEUU intentando imitar este cambio de rumbo de la política económica estadounidense. El liberalismo ortodoxo, representado principalmente por los halcones alemanes y holandeses, sigue intentando retomar su estrategia austeridad, como así lo demostraron en la reunión del Ecofin del 14 de marzo. Allí se intentó restaurar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y se consiguió un cierto compromiso para ello. Recuérdese que este tratado es el que establece el rigor fiscal en la U.E. y limita el uso presupuestario -que ahondó en la recesión de los años 2010- y que se suspendió en época de pandemia ante la gravedad de la situación.

La Unión Europea volverá a la dependencia de las normas tributarias en 2024, convertida en el bastión mundial del liberalismo. Está por ver si estamos al borde de una nueva oleada de austeridad, pero el riesgo de que, como en EEUU, su autonomía económica estratégica y su descarbonización queden en un segundo plano si no se elimina de la primera línea los objetivos de deuda y de control del déficit es más que evidente.

Yoar Mendia.

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