Artículo de Manuel Martorell publicado en www.publico.es |
Una carta póstuma revela una conversación telefónica entre el ahora rey emérito, el gobernador civil de Navarra José Luis de Gordoa y Ramón Merino, dirigente de la UNE (Unión Nacional Española), horas antes de los trágicos sucesos.
José Miguel Ruiz de Gordoa Armentia, hijo de quien fuera gobernador civil de Navarra durante los llamados “sucesos de Montejurra”, José Luis Ruiz de Gordoa, relaciona al rey emérito en la trama de unos hechos clasificados por la Audiencia Nacional como acto terrorista. Así se refleja en una “carta póstuma” que el hijo del gobernador dejó preparada para publicar tras su muerte, ocurrida el pasado 3 de abril de 2025 en Vitoria como consecuencia de una larga enfermedad.
En esa carta también se considera depositario de una documentación, difundida en enero de 2023 por Público, que modifica radicalmente la versión oficial de aquel acontecimiento, que provocó la muerte de dos personas y una treintena de heridos al ser atacada una concentración carlista cerca de Estella (Navarra) por grupos armados de extrema derecha españoles y extranjeros, en buena parte contratados por los servicios secretos, según demuestra dichos documentos. Hasta la aparición de esta documentación, la versión facilitada por el Gobierno aún franquista de Carlos Arias-Navarro afirmaba que había sido una pelea entre carlistas y que las fuerzas del orden evitaron males mayores.
Sin embargo, los citados documentos oficiales constatan que la iniciativa, planificación, organización y financiación de la denominada “Operación Montejurra 76” fueron obra del Ministerio de Gobernación de Manuel Fraga, participando igualmente la entonces Secretaría General del Movimiento, a cuyo frente se encontraba Adolfo Suárez, y varios ministerios más, entre ellos los de Información, Ejército y Exteriores.
Según esos informes, algunos con membrete de “secreto” o “reservado”, el operativo estaba formado por una parte civil y otra policial y militar. Ambas aparecían interconectadas, complementándose entre sí, ya que distintos gobiernos civiles se encargaban de facilitar los salvoconductos, documentos, logística e incluso alojamientos para los integrantes de la parte civil de la trama.
Esa parte civil tenía “una dirección política”, destacando Ramón Merino, dirigente de la UNE (Unión Nacional Española), una asociación legalizada por el Gobierno Arias-Navarro, mientras que el responsable de la policial era el propio gobernador civil de Navarra, José Luis Ruiz de Gordoa, que puso en marcha el despliegue de la Policía Armada y la Guardia Civil dos días antes de la concentración carlista del 9 de mayo.
Tal y como relata el hijo del gobernador en su carta póstuma, cuyo contenido se publica íntegro más abajo, jurando decir la verdad y que en sus palabras “no hay un ápice de mentira”, él fue testigo presencial de una conversación telefónica el 8 de mayo, es decir justo la víspera y cuando todo el plan ya estaba en marcha, entre su padre, Ramón Merino, y el ahora rey emérito Juan Carlos de Borbón, con quien el cabecilla de la trama civil tenía una estrecha relación.
Por este motivo, en la carta manifiesta su convencimiento de que el rey “estaba al tanto de toda la trama, exactamente igual que Fraga y todo el Gobierno, incluyendo Adolfo Suárez”, ya que el entonces ministro secretario del Movimiento, al que pertenecían los gobernadores civiles implicados, durante esa jornada sustituyó a Fraga, de viaje en Alemania, al frente del Ministerio de Gobernación. “No fue una pelea entre carlistas –subraya- sino un crimen de Estado con una trama que afecta claramente a la monarquía de Juan Carlos I”.
En su carta, que acompaña con resúmenes de los documentos igualmente manuscritos y rubricados con su firma, también arremete contra quienes aceptaron y divulgaron la versión franquista de los sucesos, mencionando especialmente a la periodista Victoria Prego. Aquellos hechos junto a los de Vitoria dos meses antes –cinco trabajadores muertos y más de cien heridos- tuvieron una gran repercusión pública y acabaron con el escaso prestigio del proyecto reformista de Arias-Navarro, acelerando de esta forma la Transición a la democracia.
Carta póstuma de José Miguel Ruiz de Gordoa Armentia, hijo del gobernador civil de Navarra durante los sucesos de Montejurra de 1976
(Ruiz de Gordoa Armentia falleció de cáncer en Vitoria el pasado 3 de abril de 2025 a los 71 años)
Soy José Miguel Ruiz de Gordoa Armentia, con DNI 16232782A, hijo de José Ruiz de Gordoa Quintana, Gobernador civil de Navarra en los denominados sucesos de Montejurra 1976.
Me enfrento a un problema grave de salud, ante el cual quiero manifestar mi intención de escribir sobre testimonios personales y también sobre la documentación y correspondencia de mi padre en dichos días de Montejurra 76.
Sobre esta documentación, tengo que decir que me considero heredero de ella, al estar fallecidos mis padres y la firme intención de mis hermanas Ana, Blanca y Lourdes Ruiz de Gordoa de mantener la idea de mi padre exclusivamente familiar y olvidar completamente sus connotaciones políticas, escritos y documentos que le pertenecían, alegando el gran sufrimiento padecido por la familia durante toda su trayectoria política, especialmente en Montejurra 76.
Yo, respetando la opinión de mi familia, he decidido actuar donando dichos documentos al Partido Carlista y hablando de mi testimonio en primera persona, ambas cosas cuando llegue mi fallecimiento, esperando que éste tarde en el tiempo. Si fuera así, el Partido Carlista puede actuar como le parezca oportuno, haciendo uso de mi información como le plazca.
Vamos a hablar primeramente de mi testimonio personal.
La familia vivíamos en el Gobierno Civil de Pamplona. La víspera del 9 de mayo de 1976, fecha del famoso Montejurra, mi padre subió con un amigo a comer a casa, después de haber estado reunidos en su despacho. Me acuerdo perfectamente de su cara, a pesar del tiempo transcurrido.
Era rubio-pelirrojo. También me acuerdo de su presentación ante nosotros: “Es Ramón Merino, descendiente directo del cura Merino, guerrillero que luchó contra los franceses. Ramón Merino dijo: “Joaungoikoa eta Lege Zarra” (Dios y Leyes Viejas)”, pero no como los nacionalistas. Era consejero del Reino y miembro de la Unión Nacional Española. Despachaba directamente con el rey Juan Carlos I, diariamente.
Era de los máximos dirigentes sixtinos, partidarios de Sixto de Borbón y la persona a cuyo nombre estaban reservadas las habitaciones de todos los fascistas, pistoleros, etc. en el hotel Irache de Estella. Estas habitaciones fueron reservadas desde el propio Gobierno Civil. Para que vean que yo digo la verdad aunque duela.
La comida fue agradable, llamándome poderosamente la atención que Ramón Merino estuvo hablando a preguntas de mi familia exclusivamente de la familia real, del Rey, las infantas, la reina, etc. etc. No habló para nada de Sixto de Borbón ni de Carlos Hugo. Una vez acabada la comida, mi padre, Ramón Merino y yo nos sentamos alrededor de una mesa baja de mármol a tomar café. De pronto, Ramón Merino se levantó, cogió el teléfono y estuvo hablando durante 1 minuto aproximadamente. Acabó la conversación y ofreció el teléfono a mi padre, diciéndole: “Te quiere saludar”. Mi padre cogió el teléfono y respondió. Era Juan Carlos I, rey de España.
Todo esto juro que es verdad y que no hay un ápice de mentira. Ya muerto mi padre y varios años después hablando con mi madre, me dijo que, días después de Montejurra 76, Ramón Merino le llamó a mi padre por teléfono y le dijo que el rey Juan Carlos, que despachaba diariamente con él, bruscamente dejó de hacerlo, dejó de recibirle y en esa situación un día coincidieron el rey y Ramón Merino como consejero del Reino en un acto protocolario y Ramón Merino le negó la mano al rey Juan Carlos. Después de aquello, Ramón Merino le dijo a mi padre que, al ir un día a su casa, vio a gente extraña que le estaban esperando, seguramente de los servicios secretos y que a raíz de eso se iba a marchar a Argentina.
¿Qué papel jugó el rey en Montejurra? Con todo esto, que es rigurosamente cierto, queda claro que estaba al tanto de toda la trama, exactamente igual que Fraga (su participación queda clara y probada en los documentos) y todo el Gobierno, incluyendo Adolfo Suárez, que hizo de ministro del Interior accidental al estar Manuel Fraga de viaje en el extranjero?
Mi madre me dijo que le prometieron a mi padre ser designado senador real, dentro del grupo de senadores reales elegidos a dedo por el rey. Nada de esto se cumplió. Antes de Montejurra 76 nunca había oído a mi padre comentarios contrarios ni favorables al rey Juan Carlos, más bien un silencio sobre su figura. Después de Montejurra 76, la animadversión hacia su figura fue total. ¿Qué sabía mi padre de la participación del monarca en toda la trama para actuar de esa forma?
Una vez acabado Montejurra se otorgó a mi padre la Gran Cruz de Isabel la Católica, en palabras textuales de Fraga: “Espero poder ponértela para agradecerte tus difíciles servicios”. ¿Qué difíciles servicios fueron los realizados por mi padre?
La concesión de la Gran Cruz está adjunta en los documentos de mi padre, siendo publicada en el Boletín Oficial del Estado. Pero hay un aspecto fundamental: para recoger dicha condecoración, que da una distinción no monetaria pero sí honorífica, hay que rellenar una serie de solicitudes y papeles y formularios que se ven en los documentos sin rellenar ni cumplimentar, sencillamente porque mi padre no recogió la Gran Cruz.
Doy fe de ello porque, mirando las condecoraciones de mi padre, que tenía varias, esta, considerada la condecoración más importante, nunca ha estado en casa. ¿Por qué?, porque, sencillamente, mi padre nunca la recogió. ¿Por qué quedó todos los papeles sin rellenar y no los tiró? Seguramente por despecho, no olvidemos que su majestad el Rey es el gran maestre de la Orden de Isabel la Católica.
Mi padre fue nombrado también gobernador civil de Sevilla después de Montejurra, considerado como un ascenso. Lo nombró Martín Villa, ministro del Interior, sucesor de Manuel Fraga Iribarne. Al año fue cesado.
¿Cómo es posible que un gobernador civil que ordena a la Policía bajo su mando que se inhiba y no actúe en Montejurra sea ascendido y condecorado con la promesa verbal de ser senador a dedo, cosa que no se cumplió? Martín Villa, en sus memorias, le dedica unas palabras a mi padre diciendo que actuó noblemente, avisándole de lo que podía pasar. ¿Y entonces, si actuó tan noblemente, por qué le cesas?
Mi padre, una vez acabada su participación en la política, volvió a su puesto de ingeniero agrónomo en excedencia en la Diputación de Álava. A los dos años, aproximadamente, de trabajar en dicho puesto, una mañana se desayunó con una noticia en la prensa local de Vitoria: un comando de ETA, de información, había sido detenido en Vitoria con la intención de atentar contra ex autoridades políticas. Temió lo peor y fue a preguntar si él era uno de ellos. Le dijeron que sí.
El comando de Vitoria (comando de información) estaba en contacto con otro comando ejecutor de Navarra, que también fue desarticulado. Este comando de Pamplona, al parecer, iba a actuar para asesinar a mi padre un día, pero ese día nevó y no pudieron desplazarse. Al poco tiempo fue desarticulado, afortunadamente para mi padre. Un miembro del comando de información de Vitoria era vecino nuestro, vivía en nuestra misma casa. Su padre era jefe de conserjes de la Diputación Foral de Álava y lo había colocado mi padre en ese puesto cuando fue presidente de la Diputación.
A mi padre se le concedió la jubilación anticipada y se trasladó a Madrid, donde estuvo varios años. Posteriormente volvió a Vitoria. Tengo que decir que a su vuelta a Vitoria y hasta su muerte por infarto a la edad de 70 años, mi padre nunca tuvo escolta, pese a ser un objetivo claro y directo. Yo guardo en casa las declaraciones del comando de ETA diciendo que lo iban a ejecutar por ser el gobernador civil de Montejurra.
Mi madre me contó que en un mitin de Alianza Popular en Vitoria, durante las primeras elecciones democráticas, mitin al que acudió Fraga, mi padre le pidió a mi madre que por qué no se acercaba y le decía a Fraga “lo mal que lo estaba pasando”. Mi madre no lo hizo. ¿Por qué nunca tuvo escolta siendo un objetivo claro. Pues porque sabía demasiado.
Manuel Fraga solamente dijo una vez “me hago responsable de todo”. Después siempre dijo que Montejurra 76 había sido una pelea entre carlistas. Un poco antes de morir, en una entrevista exhaustiva en “El País”, dijo que fue una pelea entre carlistas y reafirmándose en que él estaba fuera de España ese día y le sustituyó Adolfo Suárez.
A esta teoría del enfrentamiento entre carlistas se sumó, cómo no, la gran Victoria Prego, adalid de la Transición modélica de este país con un rey Juan Carlos ejemplar en aquellas decisiones políticas como en el 23F.
No podemos olvidar, y es fundamental, que, a raíz de Montejurra 76, el desenlace final es la ilegalización del Partido Carlista, que no puede presentarse a las primeras elecciones democráticas. Se nos repite como un “mantra” que el Partido Comunista fue el último partido legalizado, siendo rotundamente falso: lo fue el Partido Carlista.
Me dejaba en el tintero otra observación importante. Miguel Sánchez Ostiz escribe en el año 2002 su libro “En Bayona bajo los porches”, una novela que habla de un carlista, Tristán de Barrantes, un protagonista de la 3ª Guerra Carlista.
En la novela, al mismo tiempo habla en paralelo de Montejurra 76. Va hablando, poco a poco, de un montón de participantes reales en dicho Montejurra, fascistas de todo tipo, incluso personajes extranjeros que participaron. Según avanza la novela, nos va relatando que siente que se va moviendo sobre terrenos que pueden ser peligrosos, y, al final, un día va a su casa y la encuentra patas arriba, desmantelada y le habían robado el ordenador. Afortunadamente tenía una copia.
Con esto acabo, reafirmarme en que Montejurra no fue una pelea entre carlistas, solo un bando fue el agresor y todo lo anterior y los documentos demuestran que lo sucedido fue un crimen de Estado con una trama que afecta claramente a la monarquía de Juan Carlos I. En vez de haber habido un juicio y después, quizás, aplicar la amnistía, aplicaron directamente la amnistía, sin juicio previo, eliminando toda posibilidad de estudio serio e imparcial de los hechos.
Finalizo esperando que mi próxima operación vaya bien y sabiendo que, en el caso de que no lo fuera, estos documentos y mi testimonio saldrán a la luz, respetando mi decisión y pidiendo disculpas a mis hermanas, pero recordando siempre que “la verdad es la verdad, lo diga Agamenón o su porquero” y que la VERDAD SIEMPRE ES REVOLUCIONARIA.