Tendiendo puentes

Los puentes son algo más que meros recursos arquitectónicos para cruzar ríos y arroyos. También son símbolos. Los de los romanos se consideran modelo de la perseverancia de un imperio, ya que más de uno permanece en pie incluso habiendo transcurrido dos milenios. Igualmente pueden ser símbolo de la aversión y de la guerra, como el Puente Viejo de Mostar que fue volado por la artillería croata en 1993, durante la guerra de Bosnia, para cortar la conexión entre su barrio y la zona bosnia musulmana. De la misma forma pueden simbolizar lo contrario: querer representar la unidad impulsada por intereses mutuos, como el puente Oresund de casi ocho kilómetros que une Suecia y Dinamarca.

La memoria del puente Avenida que une Irún y Hendaia ha estado ligada, a lo largo de su historia, a la huida, a la búsqueda de libertad y a la necesidad de protección. Hoy, en cambio, simboliza todo lo contrario, por la valla que Francia ha levantado para impedir el paso de los refugiados que llegan a Europa desde África y Asia. Además desgraciadamente representa la desconsideración, que en este caso el Gobierno francés ha mostrado a los alcaldes de Irún y Hendaia, 24 horas después de su apertura con su cierre sin previo aviso y contra todo pronóstico.

Todo esto no hace más que reflejar dónde radica el poder y la capacidad de decisión real y efectiva, ya que en función de los intereses circunstanciales de los gobiernos de dos Estados, se decide discrecionalmente sobre la apertura o cierre de un puente que hace que estos dos municipios estén definitivamente unidos y sean inseparables.

Mugalari.

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