Tradición familiar

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Curiosamente cuando el año en que se cumplen veinte de la entrega por Carlos Hugo al gobierno de Aznar del archivo documental del Partido Carlista sin autorización de este y pese a la previa advertencia para que no dispusiera del mismo sin la expresa autorización de su legítimo propietario se ha conocido la noticia publicada por varias agencias, entre ellas EFE, de que su hijo Carlos Javier acababa de donar a la universidad neerlandesa de Radboud 68 cajas de documentos de las que al menos 50 de ellas contienen documentos del Partido Carlista.

En la ocasión anterior, en 2002, habiendo tenido conocimiento de otra ilegitima disposición de bienes, también del Partido Carlista, al menos se pudo remitir un escrito a Carlos Hugo consensuado y firmado por la totalidad de los Secretarios de los partidos carlistas de todas las nacionalidades reunidos en Estella la víspera del anual acto de Montejurra advirtiéndole de tal ilegitimidad de entregar sin autorización alguna del partido respecto a aquel excepcional patrimonio documental.

Escrito que sería remitido por carta certificada a Carlos Hugo y que no recibió respuesta alguna, consumándose dicha entrega dos meses después, el siguiente 4 de Julio de aquel mismo 2002.

¿Cuál fue la razón, el motivo, de dicha ilegitima disposición de tal acervo histórico?. Con certeza nunca se ha sabido, pero la prensa de aquellos días especuló ampliamente con una posible relación de Felipe, el hijo del sucesor de Franco, con la Infanta Carolina hija de Carlos Hugo, por lo que la entrega de dicho tesoro documental, que abarca toda la historia del partido hasta 1980, constituiría un intencional presente de buena voluntad por parte de una de las familias borbónicas hasta entonces enemigas y con ello allanar el camino hacia una definitiva reconciliación mediante un enlace matrimonial.

Y así, implícitamente, acabar con un enfrentamiento, entonces ya de 170 años, con miles de muertos sin importar ya ni la motivación social, económica y territorial que había encendido tres guerras más la criminal estafa de 1936 y una continuada lucha popular contra centralistas y oligarcas queriendo que quedase todo reducido a una simple disputa más entre familias con final feliz mediante una boda.

La parte más importante de lo que se entregaba había sido previamente depositado por Don Alfonso Carlos en el austriaco castillo de Puchheim, deseando el hermano de Carlos VII que pasase a ser custodiado por el partido al igual que el tesoro de recuerdos históricos del que habían sido sucesivos custodios tanto el mismo Carlos VII como su hijo Don Jaime, y que Don Javier entregó al partido en cumplimiento de la voluntad de su tío el anciano Rey, a lo que se acompañó también, en la entrega de 2002, todo lo correspondiente a la etapa de Carlos Hugo conservado en el domicilio de su hermana Cecilia en Paris.

Del envío a España se encargaron F. García Romanillos y J. C. Clemente (ninguno militante del partido) siendo el primero de los mencionados pariente próximo de Fernando Almansa, por entonces “Jefe de la Casa del Rey” (Zarzuela), que intervendría personalmente en “facilitar”, y tal vez sugerido, aquel significativo gesto de liquidación del pleito dinástico mediante la entrega por 99 años (¡?) de buena parte del alma documental del Carlismo. Parece que también fue en igual tiempo cuando llegó a la Zarzuela el Collar de la Orden del Toisón de Oro de Carlos V de Borbón y que había sido conservado y ostentado sucesivamente por todos los titulares de la legitimidad carlista, un collar que para mayor escarnio sería entregado por Juan Carlos a Torcuato Fernández Miranda, gran artífice del asentamiento del sucesor de Franco en la nueva y frágil democracia constitucional de 1978.

Hoy nos encontramos con una repetición de aquella arbitraria disposición y entrega por Carlos Hugo, ahora también por decisión unilateral y a espaldas del partido. Debe de ser ya una tradición familiar no precisamente iniciada por el padre y abuelo de ambos, Don Javier, admirable compañero de lucha y víctima de la dictadura franquista.

Curiosamente -más bien acertadamente- el único responsable de la entrega documental sin autorización ni tan solo conocimiento del partido, Carlos Javier, no ha asistido esta vez al acto de Montejurra según había prometido el año 2019 en aquella su excursión familiar, y ello sin explicación o excusa alguna, ni tan siquiera enviando un escueto mensaje a sus partidarios asistentes rompiendo así, mediante tal desprecio, con una tradición mantenida por su abuelo y por su padre hasta en los años de la dictadura.

No hay mal que por bien no venga, y aunque el partido haya perdido otra parte de su patrimonio al menos nos hemos liberado ya de una carga reaccionaria no solo inútil sino perjudicial para el Carlismo, porque es de suponer que tan inadmisible desprecio dinástico hacia sus escasos partidarios será el signo definitivo de una ruptura que sin duda nos beneficiara. Que así efectivamente sea. E

Artículo publicado en el boletín Madrid Carlista-84