Artículo de Patxi Ventura publicado en www.noticiasdenavarra.com 13/07/2017
Y es que no se puede seguir permitiendo la sangría, las muertes y la extrema necesidad que ya afecta a todos y más que a nadie a los más pobres. Por eso resulta inaplazable un cese de hostilidades y un diálogo arbitrado para que, al margen de los derechos de cada uno, todos acepten en primer termino preservar el bien común, el interés general, la seguridad, el trabajo, el abastecimiento, la alimentación y la sanidad de los 32 millones de habitantes que antes que nada tienen que ver asegurados sus DDHHCCPP con un reparto equitativo de la riqueza nacional (que a pesar de la realidad actual, igual que en otras épocas, es muchísima si se administrara y se dejara que se administre con criterios de austeridad, solidaridad, trabajo y responsabilidad) que pueda garantizar el trabajo digno y responsable en libertad. Y en eso es, lo que en este momento, tienen que ponerse de acuerdo todos los partidos al margen de sus estrategias e intereses particulares, pues el problema ya no es el de unos ni el de otros, sino que ya es el de todos y así no pueden seguir unos contra otros en una guerra fraticida de exterminio que no admite otra solución que la desaparición del contrario.
El problema ahora se plantea maniqueamente por cada lado como el de unos buenos frente a los otros malos, con la idea de negarse y exterminarse, y eso ni es exactamente así, ni tiene futuro, pues todos ellos son venezolanos y comparten una cultura, unos vicios y unas virtudes comunes, al margen de la posición social que ocupen. Y es ahí donde radica el problema, y para superarlo deben olvidar sus intereses de clase, tan enfrentados en cada caso y buscar el bien común y el acceso a los DDHHCCPP para todos, que es la única salida justa que a medio plazo puede lograr una sociedad más humana, culta e igualitaria, basada en el trabajo, la justicia social y la autosuficiencia que garantice la dignidad de todos y la estabilidad. Hace falta desarrollar una cultura de solidaridad, de esfuerzo, de trabajo e incluso de sacrificio general, de cooperación y superación que acabe con la ley del mínimo esfuerzo, del compadreo, del peaje y la matraca.
Todo el mundo sabe que no fueron Chávez ni Maduro los que esquilmaron el país durante décadas, ni los que crearon la vergüenza de los ranchitos y la miseria de los cerros, mientras en Caracas circulaban más Cadillac que en Nueva York, y el presidente hacía llegar a su amante cada día en helicóptero a La Casona (un ejemplo rampante de nepotismo entre miles).
Son muchos los millones que no tienen nada que perder, ya no es posible la solución de fuerza que hasta ahora venían aplicando, y una dictadura de derechas aunque fuera tipo Videla o Pinochet no haría más que reavivar las guerrillas y la inseguridad pues el pueblo y el ejército ya han probado la libertad y no la van a soportar. Tampoco una dictadura de izquierdas, por muy justa que pudiera parecer, podrá garantizar más que los servicios básicos si tiene en frente a la burguesía, el capital y las multinacionales pues ya vemos cuál es su capacidad para sabotear, corromper y desorganizar al poder constituido.
No se trata solo de acabar con el caos, aunque resulta ya imprescindible, sino de buscar una solución que pueda asegurar que el ciclo no se repita y que busque en primer término el interés de la mayoría venezolana y no solo el de la escasa burguesía nacional o residente y el de algunas multinacionales que se creen con todos los derechos a buscar enriquecerse mucho y pronto a costa de lo que sea.
El autor es militante de EKA