Artículo de Javier Cubero, publicado en Naiz 11/01/2021.
En relación a la primera interpretación del «Gernikako Arbola» en Madrid, en 1853, tengo que decir que es la primera vez que leo que aquella famosa actuación musical fue realizada «ante liberales vascos».
Recientemente he leído un artículo titulado «Eman ta zabal zazu munduan fruitua», que firmaban Harkaitz Millán y Jesús Eguiguren, destacados militantes del Partido Socialista de Euskadi. En este artículo sus autores aseguran que la figura de José María Iparraguirre ha sido tergiversada para «convertirlo en una especie de profeta protonacionalista», pero precisamente son Millán y Eguiguren quienes tergiversan la trayectoria y vida del creador del inmortal himno «Gernikako Arbola».
Al inicio de la primera carlistada Iparraguirre, «sin más opinión que el amor a mis paisanos» como diría más tarde, se alistó como voluntario en las filas carlistas. Una vez finalizada esta guerra nuestro bardo se exilia en Francia, no «por su compromiso con el absolutismo» como escriben Millán y Eguiguren, sino por su disconformidad con el Convenio de Bergara.
Que en la Francia de 1848 Iparraguirre simpatizase con la revolución republicana que derribó a la monarquía de Luis Felipe de Borbón-Orleans no lo convierte en ningún liberal. Era la época de la segunda carlistada, en la que se aplicaba la máxima de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Por un lado, si los Borbones liberales de Madrid estaban aliados con los Borbones liberales de París, el nuevo titular de la proscripta dinastía carlista, Carlos VI, era bien recibido en Londres por las autoridades británicas. Por otro, en Catalunya guerrilleros carlistas y republicanos se apoyaban mutuamente en contra de su enemigo común: el Ejército liberal. El mismísimo Ramón Cabrera escribiría en la prensa francesa que «la pesadilla del gobierno de Madrid es la alianza carlo-progresista».
En relación a la primera interpretación del «Gernikako Arbola» en Madrid, en 1853, tengo que decir que es la primera vez que leo que aquella famosa actuación musical fue realizada «ante liberales vascos». Alguno habría pero me sorprendería que todo el público de la velada del Café de San Luis hubiese sido exclusiva y homogéneamente liberal. Sin embargo, curiosamente, Millán y Eguiguren no dicen nada de la inmediatamente posterior gira de Iparraguirre por Euskal Herria. Ni de cómo fue detenido por la Guardia Civil, encarcelado en Tolosa y más tarde desterrado. No es por casualidad que los versos iniciales y finales de su canción Nere amac baleki sean «Cibillac esan naute biziro egoki Tolosan biar dala gauza au erabaki […] Ez etortzeco gueiago probintzi onetara orduan artu nuan Santander aldera» (Guardias civiles me avisan diligentemente que en Tolosa me espera un pleito […] Se me prohíbe vivir en esta provincia. Desterrado voy a Santander). Por lo visto las autoridades liberales estaban muy molestas por el entusiasmo que habían mostrado los antiguos voluntarios de Zumalacárregui cuando escuchaban el Gernikako Arbola. Las medidas represivas que por entonces sufrió Iparraguirre serían justificadas más tarde en las Cortes de Madrid por Pedro de Egaña, destacada figura del liberalismo vasco.
Millán y Eguiguren también afirman que unos años más tarde en Euskal Herria hubo «otro conflicto bélico (en la que nuestro protagonista fue voluntario liberal) y finalmente la abolición foral en 1876». Difícilmente Iparraguirre iba poder combatir en la tercera carlistada (1872-1876) con ninguno de los dos bandos cuando en 1858 había emigrado a Argentina y no retornó a Europa hasta 1877.
El artículo finaliza mencionando ciertos versos de 1877, en los cuales Iparraguirre muestra disgusto y cansancio por tanta guerra. Era inevitable, todos los que quieren desvincular del Carlismo la figura de Iparraguirre repiten siempre lo mismo. La novedad es la invención de que Iparraguirre fue «voluntario liberal».